Vitaminas
Independientemente de su importancia hay que dejar muy claro que en una alimentación normal las vitaminas están presentes, como es el caso de las frutas y verduras, por lo que a veces la administración farmacológica es, cuando menos, innecesaria.
En ningún caso sustituyen a la comida ni abren el apetito, lo que hay determinar de una vez por todas, sobre todo para las madres obsesionadas con la alimentación de sus hijos.
“El niño me como poco así que le he comprado vitaminas”. Error.
“El niño este mes no me ha crecido nada, pero le estoy administrando vitaminas”. Error.
Si a su debido tiempo le damos frutas y verduras estamos administrando de forma natural lo que el organismo del pequeño necesita. Es fundamental huir de los consejos de vecinas, aficionados y puericultores/puericultoras frustrados, pues si es verdad que todos tenemos un poco de médicos, poetas y locos, en las cuestiones médicas hemos de adoptar las máximas preocupaciones para no equivocarnos, pues si malo es el defecto, igual sucede con el exceso.
Ha llegado el instante en que me apetece hacer un poco de historia y hablarles del escorbuto, que era la maldición de los navegantes y descubridores. Imaginen el terror que sentirían aquellos arriesgados viajeros cuando advirtieran los primeros síntomas: hemorragias cutáneas y musculares, alteración llamativa en las encías y debilidad general… Todo se debía a la carencia de vitamina C en la alimentación. Hoy es algo absolutamente impensable, pues una naranja, manzana, etc., aportan la cantidad necesaria diaria, pese a lo cual muchas personas, sin prescripción médica, se compran su dosis de vitamina C efervescente, porque creen que es una sobrealimentación o algo semejante. La mayor parte, si no toda la dosis, se elimina a través de la orina.
En la actualidad, no obstante, se llevan a cabo investigaciones especiales referente a las vitaminas, pues como ocurre con la aspirina cada poco tiempo se descubren nuevas aplicaciones al ácido acetil salicílico. Hace poco tiempo se publicó en Archives of Internal Medicine un trabajo firmado por un grupo científico de la Universidad John Hopkins de Estados Unidos, en el que se afirma que la falta de vitamina A puede reducir el índice de esperanza de vida de los seropositivos del Sida, ya que la insuficiencia de ella debilita el sistema inmune de este tipo de enfermos, sin que la administración de mayores dosis de la vitamina garantice una mejoría de los pacientes.
En realidad, esto resulta insólito, pues en los países desarrollados la ingesta de vitaminas, o protovitaminas a través de frutas y verduras, se efectúa con la alimentación diaria. Lo que nos sugiere un fracaso en el sistema de asimilación. La administración masiva de vitamina A no resolvería nada, razón por la que no ayudaría a prolongar la vida de los seropositivos.
Pero, ¿qué son las vitaminas?
Son sustancias que no pueden ser fabricadas por el organismo. A diferencia de las proteínas, hidratos de carbono y grasas, las vitaminas no las utiliza el organismo como fuente de energía o como material de construcción; no obstante, sin vitaminas el organismo no puede obtener energía ni producir células.
En cierto sentido, las vitaminas son la clave de que el cuerpo se mantenga vivo y compacto, son catalizadores y reguladores y fundamentales para vida.
El descubrimiento de las vitaminas vino a explicar el origen de ciertas enfermedades de la especie humana: la ausencia de vitaminas en la dieta, que da lugar a las enfermedades carenciales.
La vitaminas se pueden clasificar fundamentalmente en dos grandes grupos: vitaminas liposolubles (que se disuelven en las grasas), como las A, D, E, F y K; y vitaminas solubles en agua, entre las que están las del complejo vitamínico B, C y ácido pantoténico.
Para mantener y mejorar la salud, la dieta debe contener todas esas vitaminas en la cantidad adecuada. Si alguna escasea en el organismo, las reacciones que dependen de ella no podrán llevarse a cabo y aparecerían problemas con distintas consecuencias. Cuando en el organismo se agotan todas las reservas de alguna vitamina, aparecerán síntomas muy claros que se identificarán fácilmente con las enfermedades asociadas a estas carencias.
Sin embargo, las deficiencias parciales de vitaminas disminuyen sólo una parte de la capacidad del organismo, apareciendo síntomas más difusos que pueden ser un aviso de esta carencia.
Existen ciertas etapas de la vida en las que la falta de vitaminas puede traer mayores riesgos, como ocurre con los niños y adolescentes, mujeres embarazadas, ancianos, fumadores y bebedores, así como las personas con regímenes especiales. En estas circunstancias, y siempre por indicación médica, a veces se hace necesario un aporte “extra” de vitaminas.
Los bebedores y fumadores tienen menores cantidades de vitamina C que las personas sin estas costumbres. Un fumador medio reduce el nivel de vitamina C alrededor de un 20 por ciento; y si se trata de un gran fumador, este nivel desciende hasta un 40 por ciento. El alcohol interfiere la absorción de ciertas vitaminas, como la C, B1 y B6, lo que unido al poco apetito que acompaña al bebedor y por tanto la pequeña ingestión de alimentos que realiza al día, puedes presenta con facilidad carencias vitamínicas importantes.
Las principales fuentes de vitaminas para el organismo son los alimentos de origen vegetal y sus derivados.
Así, las del complejo B las encontramos en carnes, huevos, quesos, cereales; la C en los cítricos; la A se encuentra en zanahorias, verduras, hígado, leche; la D en los derivados lácteos; la E en los cereales y la K en el tomate y las verduras.
Con frecuencia, cometemos algunos errores “tratar” al los alimentos, porque reducimos su contenido vitamínico. El cuchillo debe manipularse con moderación, dado que la mayor parte de las vitaminas se encuentra en la parte exterior de los alimentos. “Pelar ciertos alimentos es regalar a la basura lo mejor de su contenido.”
Ocurre que ciertas vitaminas se afectan y alteran en contacto con el aire y la luz, por lo que conviene no trocear en exceso las frutas y verduras; tampoco es aconsejable utilizar mucha agua al cocer las mismas, pues habrá mayor pérdida de vitaminas y lo que aconsejamos es utilizar luego esta agua de cocción para hacer sopas y caldos, pues en ocasiones es más rica en nutrientes que los propios vegetales cocidos.Ocurre que ciertas vitaminas se afectan y alteran en contacto con el aire y la luz, por lo que conviene no trocear en exceso las frutas y verduras; tampoco es aconsejable utilizar mucha agua al cocer las mismas, pues habrá mayor pérdida de vitaminas y lo que aconsejamos es utilizar luego esta agua de cocción para hacer sopas y caldos, pues en ocasiones es más rica en nutrientes que los propios vegetales cocidos.
En resumen, podemos decir que en las frutas y verduras comidas íntegramente, encontraremos las mejores vitaminas y en cantidades proporcionales a las necesidades de nuestro organismo. Es un hecho evidente que los vegetales son los principales productores de vitaminas y que el laboratorio nunca podrá igualar al producto natural, porque aunque lo sintetice, pierde la proporción adecuada a la salud y a la vida.
Los recientes movimientos ecologistas no politizados tienden a las corrientes de naturalismo y se habla de un floreciente mercado de productos cultivados de forma natural -sin abonos-, se cuenta con una poderosa farmacopea naturista, con médicos que eligen las vías de la naturalidad y huyen de tratamientos agresivos, lo que podría indicar a un observador avispado que la sociedad ha comenzado una recuperación de las viejas costumbres alimentarias.
Posiblemente, en un próximo futuro, se llegue al sueño dorado de la medicina preventiva pues sabremos aplicar, sobre todo a través de la alimentación, aquellos elementos necesarios para el mantenimiento de la salud. Y habrá que comenzar desde la infancia, huyendo de conservantes y colorantes, administrando a los recién nacidos alimentos puros y aplicando los métodos higiénicos adecuados, y enseñando en la adolescencia las bases de una buena nutrición partiendo de una alimentación racional y lógica.
Los alimentos, considerados desde una óptica purista, es decir, confiando en su bondad intrínseca, deberían ser suficientes para la alimentación sin necesidad de aportes vitamínicos farmacológicos, dejando éstos para situaciones especiales y utilizándolos siempre bajo prescripción facultativa.
Extractado del libro “La Dieta Perfecta” del Dr. Cidón Madrigal. Reproducido con permiso del autor. Todos los derechos reservados.
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